Historia de abuelos

Por Mirta Poggio

Mi nombre es Mirta, soy la mamá de Soledad y la abuela de Joaquín. Estoy aquí para escribir mi experiencia como abuela de un nieto con autismo y lo que significó Son-Rise en nuestra vida (la de mi esposo y la mía). 

Abuela Mirta y Abu Ángel

Joaco fue mi primer nieto, todos los abuelos que me están leyendo saben lo que esto implica. No voy a entrar en detalles de todo lo que pasamos desde que nos enteramos del diagnósitico hasta la primera vez que mis hijos viajaron a interiorizarse sobre este método. Ya que todos ustedes de una u otra manera deben estar o haber vivido lo mismo que mi esposo y yo.

La primera vez que mis hijos viajaron al Option y me dejaron con Joaco, estaba aterrorizada, ya que para él, nosotros no existíamos. Por más que mi marido y yo hacíamos lo imposible por trasmitirle nuestro amor, no había caso, podíamos estar o no, era igual. Me quedé en la casa de ellos con Joaco, mi nieto menor Ezequiel y la empleada. Ángel (mi marido) venía a la tardecita, pero luego se iba. Así que prácticamente estábamos solos los cuatro, a partir de las 19 hs.

Fueron días muy difíciles, yo vivía angustiada y con una gran impotencia por no saber como hacer para verlo mejor, nos agredía, se agredía a sí mismo, siempre en su mundo, alejado, nervioso, súper activo, en fin muy complicado. Lo único que me mantenía fuerte era la esperanza que los chicos lograran hacer realidad sus expectativas, y ese sentimiento interior que me decía que este viaje era decisivo.

Cuando llegaron del viaje, los ví y los escuché, sentí algo muy fuerte que me decía que a partir de ese momento las cosas iban a cambiar totalmente...

Con Ángel hicimos el Workshop 1 de Sean Fitzgerald al poco tiempo y allí terminé de comprender no sólo lo que me querían explicar mis hijos, sino experimentar por mí misma de que se trataba todo lo que me decían.

Me dí cuenta que la primera que tenía que cambiar era yo, mi actitud respecto a él, que acá no solo era suficiente amarlo, sino aceptar sus desafíos, que él pudiera percibir mi amor, no querer traerlo a mi mundo, sino primero yo integrarme al de él, para que él se interesara por el nuestro, respetar sus silencios, sus angustias, tratar de trasmitirle tranquilidad, alegría, que se sintiera seguro conmigo.

Por supuesto que ni mi esposo ni yo, podíamos interactuar en el play, no nos da el físico pero tratamos de a poco ir aplicando en cada momento que estábamos con él lo que habíamos aprendido.

Al poco tiempo comenzamos a notar el cambio, estaba más contento, dejó la agresión, comenzó a darse cuenta de nuestra presencia, a ir a recibirnos cuando llegábamos, a conectarse de a poco, a mirarnos a los ojos, a pedir lo que quería, a sonreír!!!!!

Y llegó el día que los chicos realizaron su tercer viaje, fue en mayo del año pasado. Es decir que Joaco hacía casi un año que estaba en su playroom con Son-Rise.

Una cosa era verlo cada tanto y otra quedarme otra vez 10 días con él. Ya no tenía miedo, sí incertidumbre, no sabía como iba a reaccionar.

Estos días fueron algo realmente increíbles, me di cuenta de tantos detalles que al no vivirlos diariamente pasaba por alto, fue algo maravilloso. Sentimos como abuelos que por fin “Teníamos a nuestro nieto, que él nos aceptaba como tales”.

Su cambio fue en todo, desde hablar, estar conectado a todo lo que pasaba a su alrededor, a verlo contento, sonriente, a poder llorar tranquilamente llamando a su mamá y a su papá, a estar apegado a su hermanito, a disfrutar de las cosas. El cambio fue tan notorio que nos animamos a llevarlo con Ángel y la empleada a la plaza, Uf! esto fue el toque definitivo para ver su cambio. La alegría que tenía, lo dejamos que eligiera donde quería ir, fue a correr las palomas, se reía y le pedía maiz al abuelo para darles de comer, subió a la calesita, fue a las hamacas, jugó con la arena, disfrutaba momento a momento y se integró con unas nenas que estaban jugando. Otro día volvimos a repetir la experiencia y también estuvo concectado, cariñoso, charleta, contento.

No puedo decirles con palabras lo que fueron esos días para mí, sentía una felicidad y una emoción tan grande que no cabía dentro mío, lo único que podía hacer era darle gracias a Dios haber encontrado a mi nieto.

Hace unos meses atrás mi hija le dijo a Ángel porque no lo sacábamos a Joaco a dar una vuelta en coche (porque a Joaqui le encanta pasear en coche), guauuuu fue genial, el coche se transformó en nuestro “Play”, como logramos en ese coche comunicarnos con Joaco es algo que todavía me cuesta creer. Yo voy atrás con él, vamos mirando por la ventanilla y le voy contando todo lo que vemos, las demostraciones de cariño que nos hace son algo increiíbles, primero cuando arranca el coche, entrelaza sus dedos con los míos, me mira, me sonríe, al rato recuesta su cabeza contra mi pecho. Al abuelo le acaricia la cabeza y el brazo, mientras le dice “cariño” y no deja de hacerlo hasta que mi esposo puede darse vuelta y mirarlo, ahí le sonríe...

Como habla, como dije yo le voy mostrando todo por la ventanilla, él escucha pero en los viajes siguientes me dice lo que yo anteriormente le comenté “mirá las luces”, ”me gusta el puente” o tenemos nuestras charlas, para esto por supuesto que tengo que estar mirándolo a los ojos, si estoy distraida me agarra la cara y la pone de manera que lo vea y ahí me “habla de mil cosas”. El otro día subió con el abuelo  (yo me demoré con su hermanito), le tocó el hombro al abuelo y le dijo “¿la abuela?”, lógico como les dije gracias a la intuición de mi hija, logramos nuestro pequeño rinconcito un el coche donde cumplimos nuestro sueño más deseado, tener total conexión con nuestro nieto.

Y llegamos al día de hoy, sé que todavía falta mucho por recorrer pero que importante es ver los cambios fundamentales que tiene Joaco para con nosotros, la sonrisa que nos recibe cuando llegamos, cuando le pide “un regalo” al abuelo, cuando nos agarra de la mano y nos lleva con él, cuando nos pide que lo hamaquemos, o ir al baño, o agua, o lo que sea nos los pide a nosotrosssssss...y escucharlo decir “abuelo” ”abuela”.

Para terminar sólo puedo decir GRACIAS, a Dios, a mis hijos por no dejarse vencer y llegar a Son-Rise, volver a ver la alegría y la esperanza en sus miradas, a Ezequiel que le brinda continuamente a su hermano todo el amor y los nobles sentimientos que tiene dentro de él, a Angie (su tía y jugadora) por trasmitirle a Joaco toda su belleza interior y ser para él un pilar importantísimo en su vida y por brindarle a sus hermanos su apoyo incondicional, al Equipo maravilloso que hace TANTO por nuestro chiquito, con muchísimo amor y alegría, dando lo mejor de cada uno y a Joaco por enseñarnos a ser cada día mejores, a vivir el presente, por regalarnos esas miradas tan maravillosas, tan expresivas, esas sonrisa que iluminan su rostro, esa inocencia, esa ternura y demostrarnos que dejando de lado nuestro ego, nuestros miedos, sólo sintiendo el verdadero amor se puede lograr todo lo que nos propongamos.

Hoy con mucha emoción puedo decir que realmente es maravilloso, ver a mi nieto “totalmente feliz”.

Fundación P.A.M.P.A. - Padres de Argentina Motivados por el Autismo

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